lunes, 3 de noviembre de 2014

La clepsidra de Clitemnestra

En su ópera Electra, estrenada en Dresde en 1909 y discretamente montada por estos días en el porteño Teatro Colón, el compositor alemán Richard Strauss refiere, ceñido a un mito griego, cómo Electra planea vengar la muerte de su padre, el rey micénico Agamenón, presuntamente asesinado por Clitemnestra y Egisto, madre y padrastro de Electra, pese a la inmolación de Ifigenia, hermana mayor de Electra, dispuesta por Agamenón durante la guerra de Troya. Crisótemis, hermana menor de Electra, intenta infructuosamente instar a Electra a desistir de su venganza. Electra logra delegar la autoría material del asesinato de Clitemnestra y Egisto en Orestes, hermano de Electra, dado por muerto y reaparecido para vengar la muerte de Agamenón de común acuerdo con Electra. Durante un tenso encuentro con Electra, Clitemnestra menciona el goteo de la clepsidra, reloj de agua utilizado por los antiguos egipcios, griegos y romanos. Clitemnestra parece advertir a Electra sobre la inconveniencia de la gota que rebalsa el vaso. Sobre la inconveniencia del exceso. Lo cual no impedirá que Electra permita un excesivo goteo de la clepsidra de Clitemnestra y se suicide para reencontrarse en el más allá con Agamenón, tras haber vengado la muerte de su controversial progenitorEn la escena final de la ópera de Strauss, Electra parece perdonar a Agamenón la inmolación de Ifigenia y se autoinmola para igualar su situación existencial a la situación existencial de Clitemnestra, Ifigenia, Agamenón y Egisto. Electra permite deliberadamente que la clepsidra de Clitemnestra gotee más de lo debido.
Mientras los operómanos del Colón nos delectábamos con la ópera de Strauss, la clepsidra de Clitemnestra goteó, desde el cielo, más de lo debido, como lo revelaron las intensas lluvias caídas en estos últimos días sobre la geografía porteña y bonaerense, permitiendo que la crecida del río Luján inmolase al adolescente lujanense Nahuel Reyes, tal como Agamenón inmolara a Ifigenia durante la guerra de Troya. La Clitemnestra de Strauss hacía bien en preocuparse por el goteo de su clepsidra.



Clepsidras atenienses (s.V a.C.)

lunes, 20 de octubre de 2014

Túneles existenciales

En la novela El túnel, de Ernesto Sábato (1948), el artista plástico Juan Pablo Castel no logra ver la luz en su túnel existencial, sumido en penumbras por su amor imposible con María Iribarne de Allende, casada con un ciego. Desesperado por reiluminar su túnel personal, Castel sólo atina a optar por el asesinato de María, inmediatamente confesado ante las autoridades policiales por el propio homicida y rematado por el encarcelamiento de Castel. El señor Allende, pese a su ceguera, lograba iluminar su túnel personal con una clarividencia que Castel no lograba materializar, pese a ganarse la vida pintando cuadros. Clarividencia que el señor Allende perdería, suicidio mediante, cuando Castel confesara su crimen ante el señor Allende y el comisario.
Todos debemos excavar nuestro túnel existencial, que no puede tener una salida ininteligible. Un túnel debe interconectar realidades concretas de pronósticos preferentemente optimistas. El túnel subfluvial Hernandarias, inaugurado por el Onganiato, no podía interconectar realidades de factibilidad dudosa y futuro incierto. Por eso interconectó las ciudades de Santa Fe y Paraná, dos capitales provinciales argentinas pertenecientes a realidades concretas, cuya evolución favorable beneficiaría a muchos seres humanos. Algo similar cabe decir del Viaducto Carranza, inaugurado por el menemato y destinado a interconectar las realidades concretas de las avenidas porteñas Santa Fe y Cabildo.
Algo similar cabrá decir, en un futuro cercano, del túnel del Metrobus de la porteña Avenida 9 de Julio, destinado a interconectar las realidades concretas de la Plaza Constitución y la calle Carlos Calvo, con sus doscientos metros de asfalto techado, actualmente en obra. Junto al futuro túnel se yerguen, desde tiempo inmemorial, las altas cúpulas puntiagudas de la célebre iglesia de Plaza Constitución, recordatorias del ojo avizor posado por el Señor sobre Su Creación. Ojo avizor que jamás conocerá la ceguera existencial impuesta por el Anticristo a Castel y al señor Allende.

 

Futuro túnel del Metrobus de la Avenida 9 de Julio

lunes, 29 de septiembre de 2014

La Autopista de Dios

Hace unos 30.000 años, el Pacífico septentrional estaba congelado a la altura del Estrecho de Behring y podía pasarse de Asia a América caminando sobre el hielo. Los primeros pobladores de América fueron asiáticos que caminaron sobre un gélido istmo intercontinental y se diseminaron lentamente por la vastísima geografía americana. Los primeros pobladores de América pisaron suelo americano sin necesitar ninguna otra obra de ingeniería vial que la autopista intercontinental asiático-americana de Behring, magna obra del Creador, quien, posteriormente, decidiría alterar sustancialmente el clima de la Tierra y descongelar el Estrecho de Behring, aunque ello le implicase suprimir Su magna obra de ingeniería vial.
El 24 de marzo de 1976 d.C., ocho días antes de mi sexto cumpleaños, la muy católica presidenta constitucional argentina María Estela Martínez de Perón había sido derrocada por su muy católico comandante en jefe del Ejército, general Jorge Rafael Videla, dejando, entre otras cosas, el Puente Zárate-Brazo Largo a medio construir. A diferencia del Pacífico septentrional del siglo CCCXXXIII a.C.., el río Paraná no estaba congelado en el último tercio del siglo XX d.C., ni lo está en este primerísimo tramo del tercer milenio poscristiano. No era posible transitarlo a pie. En aquel año de 1976 d.C., visité el entrerriano Palmar de Colón con mis padres y mi hermana de cuatro años, desplazándonos en un modesto Renault 6 conducido por mi progenitor. En nuestro viaje de regreso, debimos abordar, con el auto puesto, un enorme transbordador anclado en la ciudad entrerriana de Brazo Largo. La imponente embarcación enfiló hacia la ciudad bonaerense de Zárate, surcando el majestuoso Paraná en una tarde brumosa. Las brumas del Paraná envolvían parcialmente la silueta del inconcluso puente interprovincial entrerriano-bonaerense, inaugurado a fines del año siguiente. Aquel fue mi primer contacto con la ingeniería vial, que tan nobles servicios vi prestar en mi reciente viaje a la Argentina nororiental y al Paraguay sudoriental. En 1981, mis padres, mi hermana y yo viajamos a la capital entrerriana. Me entusiasmé, como el niño que aún era a mis once años, cuando abordamos el Túnel Subfluvial Hernandarias para desplazarnos entre las capitales santafesina y entrerriana. Ya no era factible atravesar a pie el  Estrecho de Behring. Pero era posible cruzar el río Paraná por debajo de su imponente lecho, sin mojarse. Cosa que dudo que pudiesen hacer los primeros pobladores del Litoral paranaense, cuyos antepasados asiáticos sólo habían necesitado, para hollar suelo americano, de la Autopista de Dios, tendida por el Supremo Creador, hace millares de años, sobre el imponente lecho del Pacífico septentrional

El Puente Zárate-Brazo Largo en construcción (c.1975)


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Presentación

Los hermanos sean unidos 
porque ésa es la ley primera; 
tengan unión verdadera 
en cualquier tiempo que sea, 
porque si entre ellos pelean, 
los devoran los de ajuera. 


José Hernández

La vuelta de Martín Fierro (1879) 

Lanzo este espacio con motivo del actual problema médico de mi hermana María Vázquez
, cuya declaración me expone a procesos vitales tan complejos y fascinantes como la hermandad.

Ernesto Sebastián Vázquez
Dado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Capital Federal de la República Argentina, el miércoles 24 de septiembre de 2014